jueves, 10 de junio de 2010

Algunos agradecimientos

España no jugaría el fútbol combinativo de estos últimos años si el Barcelona no lo hubiese jugado con gran éxito con Johan Cruyff de entrenador, pero sobre todo desde la temporada 2004-2005 (la segunda temporada de Rijkaard) hasta hoy con el gran Guardiola...



... y el Barlcelona no lo jugaría si Johan Cruyff no hubiese decidido imitar el modelo de escuela de fútbol del Ajax y uniformizar todas las categorías del club, desde alevines hasta profesionales, con un mismo estilo de juego. Cruyff, a su vez, probablemente le deba mucho a su antiguo entrenador de la selección holandesa del Mundial de Alemania de 1974, Rinus Mitchel, el creador del fútbol total de la Naranja Mecánica:



Los dos últimos años de Guardiola también han sido fundamentales para que hoy España juegue como lo hace. A un reticente Del Bosque, poco convencido de la eficacia de un estilo que cuando asumió el cargo de seleccionador le parecía demasiado parsimonioso y poco profundo, según dijo públicamente, los 6 títulos del Barcelona en un sólo año debieron convencerlo, siquiera parcialmente, de que jugando así no sólo se ganan tantos o más títulos que jugando con un estilo más clásico, sino que además el equipo se gana una admiración y un aprecio por el juego desplegado que muchos campeones que juegan con estilos más clásicos nunca reciben.

España también debe un reconocimiento genérico al fútbol de Lationamérica, en especial al fútbol brasileño. Desde México a la Patagonia, en Latinoamérica se habla un mismo lenguaje futbolístico: el de un fútbol técnico y asociativo que valora mucho la parte estética del juego. Miles de jugadores y decenas de entrenadores latinoamericanos (César Luis Menotti merece aquí una mención especial) han pasado por la liga española a lo largo de los años, se han sentido en su casa, y los aficionados españoles los han querido como propios. España se siente muy vinculada emocional y culturalmente a Latinoamérica por razones obvias. El gusto futbolístico español siempre se ha visto influido por esa conexión.

España sólo comenzó a jugar al tiquitaca, con ese estilo combinativo actual, hace muy poco, bajo la dirección de Luis Aragonés en la Eurocopa de 2008. En la historia de los entrenadores españoles, probablemente Luis Aragonés sea uno de los más pragmáticos y menos interesados en la estética (no debemos olvidar a Javier Clemente, el rey indiscutible en ese apartado). A lo largo de su carrera, Aragonés nunca ocultó sus preferencias por el juego defensivo y al contraataque. Fino en el análisis conceptual de categorías binarias, siempre distinguió entre "jugar bonito" y "jugar bien". A sus jugadores les pedía que jugasen bien, no bonito, naturalmente. ¡Quién iba a decir que sería precisamente él quien llevaría a España a jugar el fútbol más bonito que jamás se ha visto en ese equipo!



No obstante, eso no ocurrió de la noche a la mañana. Primero tuvieron que pasar dos años sin éxitos y algunos fracasos sonoros. Poco a poco, Aragonés fue madurando la nueva idea. "España no puede competir físicamente contra otras selecciones", comenzó a decir con el tono reflexivo de quien trata de convencerse a sí mismo. "Falta condición física de base", insistía. "El país produce algunos jugadores muy musculados, pero no son suficientes en número ni lo suficientemente fuertes para competir de igual a igual contra el músculo de Brasil, Alemania, Italia, Inglaterra o Nigeria", explicaba medio enfurruñado, con su peculiar estilo de ogro malencarado y entrañable, de sagaz anciano cascarrabias. Tenía razón. Lo que España produce en abundancia es otra cosa: jugadores livianos, habilidosos, asociativos, creativos y con gol. Casualmente, muchos coinciden en otra característica: son centrocampistas.

Reconocer y hacer propia la abundancia de ese tipo de jugador no fue fácil. Los seleccionadores anteriores, Aragonés entre ellos, habían coincidido en un mismo temor: si España juega con todo su talento de bajitos simultáneamente, le van a pasar por encima como una apisonadora los demás equipos con más músculo. Durante décadas, los demás entrenadores decidieron dejar en el banquillo a algunos de los jugadores más brillantes y meter en el campo algunos más fuertes para "equilibrar" el equipo. Eso llevó a décadas, o mejor dicho, a todo un siglo de un estilo confuso, mitad físico y pasional (la Furia española) mitad técnico, sin ser ninguna de las dos cosas completamente. La selección española jugó siempre con la personalidad dividida: quería jugar bien pero nunca puso a todos sus mejores jugadores en el campo al mismo tiempo, el país producía talento y la selección lo adulteraba mezclándolo con testosterona.

Además del miedo a ser aplastado por el músculo de los rivales, había una segunda gran duda flotando en el ambiente: con tanto centrocampista, jugando sin extremos, y contra defensas grandes como montañas ¿quién va a meter los goles? ¿Quizás algún lateral?



¿Tal vez algún defensa central?



Hoy sonreímos antes esos miedos. Ya sabemos que la respuesta correcta a las dos grandes dudas era la misma: más vale maña que fuerza. Luis lo supo ver. Por primera vez en la historia de la selección española, con la hostilidad manifiesta de los medios de comunicación y una gran parte de la afición, Aragonés se atrevió a alinear juntos a todos los bajitos y los puso a jugar el estilo que mejor les encajaba, un estilo que ningún equipo de Luis había utilizado jamás en su larga y laureada carrera de entrenador: "fútbol hipnosis" lo llamó Alfredo Relaño, "tiquitaca" lo llamó Andrés Montes. ¡Nos habían dejado sin palabras y hubo que crear otras nuevas! Y por fin España ganó su primer título internacional desde hacía 44 años.




Gracias Luis, por tu inteligencia y por atreverte a confiar en ella contra viento y marea. Viejo gruñón orgulloso, deberías estar tú dirigiendo este equipo en Sudáfrica. Gracias Johan, Pep y F.C. Barcelona, por ser pioneros. Gracias Rinus, por enseñarnos el camino.

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